Puede que Nada Personal no sea el disco más celebrado de Soda Stereo, pero sí es una pieza clave en su historia y en la cultura pop argentina. Fue un álbum que irrumpió en los hogares, en las nacientes radios FM y en la sensibilidad de una juventud que buscaba nuevas formas de expresarse, mientras que en los adultos del universo rock despertaba dudas, prejuicios y fascinación. A 40 años de su lanzamiento, el 21 de noviembre de 1985, este disco invita a revisitar no solo su sonido, sino el fenómeno cultural que desató.

“Nada Personal”, la canción que abre el álbum, anticipaba un futuro que en 1985 parecía ciencia ficción. Su introducción fría, su voz en off casi robótica y un estribillo irresistible la volvieron un himno inmediato, incluso para quienes desconfiaban de la banda. Aquella visión adelantada cobra más sentido hoy, en tiempos de IA y tecnología omnipresente.
Cerati sabía cómo crear melodías memorables. De hecho, Charly García solía bromear con él diciéndole que para hacer un hit solo hacía falta un buen “oh oh oh”. Zeta Bosio recuerda que, más allá de la anécdota, Gustavo había descubierto que las esdrújulas y las onomatopeyas tenían una potencia particular en la música, algo que terminó marcando su estilo.
El segundo lanzamiento del disco fue “Juegos de seducción”, una canción sensual y juguetona que la banda ya venía tocando desde sus primeros años, originalmente bajo el nombre “Trae Cola”. Cerati la definía como uno de los temas más logrados del álbum, por su letra sugerente y su melodía hipnótica.
Otro punto alto fue “Cuando pase el temblor”, un cruce inesperado entre el folklore andino y el pop moderno. Con guitarras que evocan un carnavalito reggae y teclados que imitan sikus, Soda abrió una puerta que pocos se animaban a explorar en pleno boom del rock argentino.
El disco se sostiene como un todo: “Danza rota”, “Estoy azulado”, “Imágenes retro”, “Ecos”, “El cuerpo del delito”… todas funcionan como engranajes de un sonido que impulsó a Soda Stereo más allá de Argentina y les abrió el camino para conquistar Latinoamérica. Para ese salto fue clave la visión del mánager Alberto Ohanian, quien creyó desde el inicio en el potencial regional del trío.
El proceso, sin embargo, no fue sencillo. Mientras vivían todos juntos en una quinta de Parque Leloir, surgieron tensiones con CBS, la discográfica, que no confiaba en el proyecto y había asignado un presupuesto mínimo para la grabación. Ohanian desafi ó esa decisión, financió un estudio alternativo y permitió que Soda desarrollara el sonido que buscaba, con la ayuda del ingeniero Mariano López. Incluso la batería de Charly Alberti se grabó pieza por pieza, en un trabajo artesanal poco común para la época.
El álbum contó con la participación del Zorrito Quintiero y de Gonzo Palacios, y tuvo su presentación en el estadio Obras, el templo del rock argentino. Para Soda, tocar allí significó sentir que habían alcanzado la cima, aunque todavía estaban lejos de su mayor explosión.
Nada Personal fue mucho más que un segundo disco: fue el punto en el que Soda Stereo dejó de ser una promesa y se convirtió en un fenómeno. Fue el trampolín para su expansión continental, gracias a una mezcla de talento, visión estratégica, riesgo artístico y trabajo incansable. Cuarenta años después, sigue siendo un álbum que late con frescura, que emociona y que recuerda cómo un trío joven, decidido y audaz terminó marcando el rumbo del rock latinoamericano.
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